Las tazas no traían noticias. Al tomarlas había interrumpido un sexagesimal pedacito del futuro.
En el plato y por fuera de él, había desparramados en estético desorden granos de azúcar, chupaba mi dedo y los levantaba. Los comí en un acto deliberadamente voluptuoso.
Los ceremoniales del café, tienen una belleza solo comparable a la luz que entra por la ventana en ese sitio y alumbra la escena.
Los libretos se escriben en los sobres del azúcar y en las servilletas que no ha usado nadie. Los mozos son asistentes del dramaturgo.
El servilletero son historias que esperan su turno.
1 comentario:
...y el boleto del colectivo es la historia que el chofer nunca leera.
la vive.
Publicar un comentario