La línea líquida, ese filo que divide el agua del cielo, la frontera del paisaje de los peces.
Abandonarse a los ojos que recorriendo la línea devuelven la claridad, el torrente, el caudal y el freno donde nace el lago. El límite celeste, azul ceruleo y el reflejo hasta la noche.
Uno con uno, la parte inaudible, las palabras que solo eran boca puerta adentro y ya las tenía conmigo desde antes haciendo siesta en la lengua. La tarde las dice.
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