/para la chica del mar/
Marina, ya no tenía la garganta con arena, era de arena y entre duna y duna a la orilla del mar, creía en la magia y los mensajes celestes. Buena nueva para la vida de mierda que estaba viviendo, y los peces sin nadar hacían las veces de emisarios del destino, o un rayo de sol, la abnegada religiosidad para soportar lo insoportable.
La veíamos de lejos de duna en duna y a la orilla del mar perdía su felicidad en los peces muertos desde antes, los de las bocas destrozadas de tantos anzuelos clavados y vueltos a clavar. Un buen pescador los devuelve antes, los otros los dejan para trofeo o para postal de cartón pintado. Dios se ha empeñado en que Marina crea todo al revés, de duna en duna, a la orilla del mar; o solo sea un problema de idioma y dios ignora de punta a punta la lengua materna.
lunes, 1 de marzo de 2010
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- Teodoradorna
- Córdoba, Argentina
- Del blanco, al blanco tenue, al blanco tiza y al alba. Después los colores
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