En cada silla me había sentado con mis partes inconclusas, en cada silla me había sentado por partes, me senté partida, fragmentaria. Me senté con mis octavos ausentes.
Reuní las sillas y poco supe del hilo que las une, por una vez de nada me sirvieron los círculos y los abrazos, la certeza de los ciclos y la razón de ser.
Las sillas y no sentí la mesa para que se vieran a los ojos. Las sillas en un blanco infinito, una sola luz y sucede la invidencia en el resplandor.
Una noche, quizás dos, tal vez tres; quien sabe.
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- Teodoradorna
- Córdoba, Argentina
- Del blanco, al blanco tenue, al blanco tiza y al alba. Después los colores
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