domingo, 20 de junio de 2010

untitled II

En cada silla me había sentado con mis partes inconclusas, en cada silla me había sentado por partes, me senté partida, fragmentaria. Me senté con mis octavos ausentes.
Reuní las sillas y poco supe del hilo que las une, por una vez de nada me sirvieron los círculos y los abrazos, la certeza de los ciclos y la razón de ser.
Las sillas y no sentí la mesa para que se vieran a los ojos. Las sillas en un blanco infinito, una sola luz y sucede la invidencia en el resplandor.
Una noche, quizás dos, tal vez tres; quien sabe.

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Córdoba, Argentina
Del blanco, al blanco tenue, al blanco tiza y al alba. Después los colores

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