Andaba obnubilada mirando las luces del techo, las de la calle, las velas prendidas tanto por casualidad como las que se encienden queriendo alumbrar el más allá. Luces por todos lados, destellos; esas luminarias eran marcas entre los estados oscuros, eran estrella para orientarse entre la bruma.
Quise buscar la mía para bajar de esta habitación tan alta, de este lugar que al principio de los Gongs parecía la cofradía a donde van a dar los muertos o los casi muertos.
Saqué la cabeza para afuera, el dragón de papel me hizo un ademán extraño y desapareció, el viento estaba detenido y la ciudad se reproducía ahí abajo como siempre lo hizo, violando el tiempo o inventándolo. Me asomé por la otra ventana y vi aparecer un peldaño de la escalera, era el momento donde las palabras de la bitácora se hacían ciertas.
Inventar un ritual: dibujé un farol sobre el vidrio de la ventana y en las manos me esgrafié un fósforo.
Continué escribiendo en la bitácora, detrás de si uno deja marcas iridiscentes, constelaciones pegadas al mundo para ver una certeza en la distancia, un punto para dirigir la marcha y no importa por donde se dibuje la trayectoria. Andar.
martes, 3 de mayo de 2011
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- Del blanco, al blanco tenue, al blanco tiza y al alba. Después los colores
1 comentario:
W0Ow tus entradas me an llegado! Son lo mas sugoi!__
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