Había días que todas las formas me eran extrañas y ajenas, los árboles perdían la consistencia de su significado y eran apenas líneas de madera con unos crecimientos caprichosos; la vereda era una culebra que olvidó serpentear y quedó recta y tendida como un animal muerto en su propia llanura.
Hay días donde el mundo se desforma hasta lo incomprensible y todo es una bruma absurda que ignora las veleidades del viento.
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