La lengua a veces desconoce tu propia voz, los oídos a veces
desconocen tu propia música y también su falta recién nacida como silencio.
Los pies a veces no saben cuál su lugar, si el pasto que se
pisa, los espacios construidos en el tiempo o ambas cosas.
Cerrar los ojos, a veces es mirar para adentro sin saber que
paisaje se abre, a veces se trata de dejarse asombrar y los días pesimistas se
trata de frustración.
Esos ojos cerrados son la paradójica abertura.
La lengua ensaya algún sonido aunque no se acerque a la
palabra ni la acaricie.
El oído espera mientras el viento lo mece.
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