Los lugares desaparecen junto con la anatomía de quien los anda y los había andado demasiado, perdiéndome en huecos redondos y en esquinas ciegas.
Cerrados los ojos tropecé con todos los árboles y ligustros, con los bordes afilados de las camas y todas las mesas ocupadas.
Tapados los oídos, inventé una poética a punta de tenacidad para que un ciclón pasara, inventando una mesa para mí, dedicada a mis proporciones y una sillita de madera con mi nombre.
El ciclón llegó, me tiró lejos y me senté en el suelo.
3 comentarios:
Teo. precioso arrebato.
todos nos sentamos en el suelo.........
como caída bajo el cocotero...
(te mandé un mail a teodoradorna@gmail.com, llegó?)
abrazo desplgable
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