sábado, 31 de enero de 2009

titak

No hay relojes a la vista, ni péndulos ni arena. Las hojas no miden a minutos y las ramas no balancean rítmicamente por hora. Detenido, frenado, el paso se contabiliza en ansiedades seguidas y esperas aparte.Se abre un paréntesis y dos puntos - son los ojos-; lo suspensivo son las pupilas negras que observan como el tiempo pasa cuando el mediodía deja de serlo, cuando la tarde se hace noche y después desaparece.





Algunos nacen esperadores, otros se hacen esperar. Cada cual es cada cual hasta que el aire se agita con las pisadas.

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Córdoba, Argentina
Del blanco, al blanco tenue, al blanco tiza y al alba. Después los colores

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