Había luz del otro lado, no la seguí. La penunbra era el sitio casi perfecto, casi divino, eso que hace a mi mitad. La quería, la quise esa noche, donde ya no era posible abrirme, estaba completamente abierta en canal.
El oscuro del claro se distingue por mi propia sombra, esa difusa que transparenta lo opaco de mi.
Ese posible revés, que hace demudar lo sólido en veladura casi líquida.

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