Algo había muerto en esa parte incalculable del gesto, lo que queda dentro y fuera.
Todos los fuegos y uno solo, quemarse en lo aéreo de ese brote verde, el viento aviva y la lluvia no alcanza, ni desnudándose más allá de la espalda, solo más adentro, más al fondo, queriendo adivinar como una pitia ese principio de incertidumbre o de certeza en algún papel que haya olvidado.
Vaciarse para un grado cero, para algún punto que reinicie mi perímetro escaso, o una diana de tiro que precise lo difuso.
viernes, 25 de diciembre de 2009
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- Córdoba, Argentina
- Del blanco, al blanco tenue, al blanco tiza y al alba. Después los colores
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