Conmemorábamos nada y nos dedicamos a quemar begalas, la precipitación de los fuegos, la artificial duración de una fiesta extinta. Vi desde la ventana un halley de esplendor cegado, eso, solo ceguera, invidencia.
Cerré los ojos y miré para adentro; tenía montañas de papeles de oro y plata, cartones pintados, etiquetas sin origen.
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