Había metido una hormiga dentro de un sobre, le pasé la lengua para cerrarlo y además porque negarlo es una delicia esa dulzura del pegamento de las cartas. Le agregué por si las dudas un terroncito de ázucar no fuera a ser que el hambre despiadado mal lograra ese envoltorio tan perfecto, tan cuadrangular.
Una hormiga y una palabra menos, le até una en la pata derecha, por cierto es una palabra tan pequeña como ella.
domingo, 7 de marzo de 2010
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- Teodoradorna
- Córdoba, Argentina
- Del blanco, al blanco tenue, al blanco tiza y al alba. Después los colores
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