Las oscuridades no eran el sol en pleno viaje, ni ese estado de ausencia, eran todas las traslúcidas pieles sumadas; las de Hunderwasser: la casa, la historia, los sentidos y el mundo.
Para despegar, las luces tenían que atravesarnos el espesor del cuerpo y más allá de él, el viento que nos toca por sentir.
Velos de tul, de sábanas ya dormidas. La sutil descomposición de la sombra; lejos de desvanecer aparecen los colores ellos solos.
Boca abajo, el sol de la mañana me despegaba los naranjas anidados en las vértebras.
jueves, 25 de marzo de 2010
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- Teodoradorna
- Córdoba, Argentina
- Del blanco, al blanco tenue, al blanco tiza y al alba. Después los colores
2 comentarios:
oye
yo creo qu etienes que sacar un libro con estos textos tan hermosos
oye pana
en serio lo digo
chau!
holaaaaaaaaaaaaaaaaaa, tanto tiempo!!!!!
lo vuestro va sobre ruedas.
abrazos pepiñeaux
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