lunes, 22 de marzo de 2010

Tercera de Aurel

Las imágenes me venían en tonos de azul, el vitraux de fantasía en la puerta del patio y te miraba siempre obnubilada, una geometría exquisita se te pegaba en la piel. Y estaba otra vez ahí, invocando el perfume las frutas, y las rodillas casi que eran el trono para ser declarado rey del universo, o al menos de ése,  de éste, el de proporciones humanas, el que cabe en el plato donde comíamos los pomelos. El plato era la constelación y la cuchara la luna.

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Del blanco, al blanco tenue, al blanco tiza y al alba. Después los colores

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