Lo del altillo me tenía en ascuas, pasaban los días en esa confusión de no terminar de advertir si pasan a una velocidad suicida o con una lentitud que se parece en mucho al detenimiento total de las máquinas descompuestas.
Seguía sin saber si en algún momento descendería de aquellas alturas, miraba todo y aún así sentía que eso era apenas una parte insignificante. Cerré los ojos y volví a vivir esa habitación donde éramos casi un par de niños, la puerta ventana que daba a ese patio de invierno que me gustaba tanto. Recorrí de memoria los estantes escuetos de la biblioteca donde había de todo menos libros, recorrí con la nariz el olor de la mejor almohada del mundo, ahí donde apoyando la cabeza entre sueños uno era capaz de conquistar el universo o al menos este mundo conocido, las paredes verde agua donde algunos días las sentía como una evocación del mar que ignoro.
Abrí los ojos pero los sentidos seguían perdidos en ese lugar, uno deja demasiado atrás la inocencia y se decide a perderla a punta de desilusiones, uno se olvida casi con porfía lo que es maravillar plácidamente, levemente, uno olvida metamorfosearse con los seres alados para no andar tan pegado a la tierra.
La única forma de bajar de aquí va a ser en vuelo taciturno. Para volar hay que desprenderse del lastre demasiado pesado, para levitar hay que tener solo lo imprescindible. Uno pasa media vida juntando y otra media deshaciéndose.
domingo, 26 de diciembre de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Datos personales

- Teodoradorna
- Córdoba, Argentina
- Del blanco, al blanco tenue, al blanco tiza y al alba. Después los colores
1 comentario:
leyendote también cerré los ojos y habité esa habitación llena de nostalgia tan tuya. No se puede decir bienvenido a quien reside permanentemente aun en las ausencias. Welcome back
Publicar un comentario