El cuarto aquel era un estropicio, oprimente en los despojos y oscuro por las nostalgias enmarañadas. Se acumulaban en los rincones apachetas de objetos inservibles, era una sepultura de pertenencias ajenas conservadas como epitafio.
Es oprimente pernoctar en ese espacio de nadie, los dueños desaparecen entre esas montañas de recuerdos lejanos, los días no pueden modificar las sombras de esa gigantesca masa inamovible condenada a los pretéritos.
En ese cuarto se esfumaban los días entre la bruma del sol que apenas rozaba ese colosal muladar teñido de celeste.
Cuando esos cuartos no dicen ni hacen posible a quien los anda y los duerme, cuando el entorno en vez de reflejar, oculta; aparece como por arte de magia una rosa de los vientos en el intersticio vacío.
domingo, 26 de diciembre de 2010
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- Córdoba, Argentina
- Del blanco, al blanco tenue, al blanco tiza y al alba. Después los colores
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