Repasar los estantes, los intersticios,
hallar fragmentos de historias en papelitos recortados, cartas perdidas.
Plegar el paisaje interior y anotar por
que costado sale sol. Caminar este pedacito de mundo diminuto para inventarle
una despedida, llena de olor, color y textura. Releer la poesía que se marcó en
las paredes y los dinteles de las puertas. Acariciar las ventanas por donde se
hizo de días todos los días, por donde aspiras el aire a bocanadas los días
normales y los meditabundos, los días donde apoyas la nariz en el vidrio para
ver y sentir llover. Abrazar los rincones donde te sentas a dibujar lo que el
mundo ofrece o a ver con las manos lo que tu cabeza se resiste.
La casa es una piel, mudar es cambiar
la piel dorada por el mismo sol.
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