lunes, 21 de septiembre de 2009

Coleman Hawkins (la rosita)

Una mesa, apenas una, en el patio esa luz casi difusa que inventa un bosque de sombras contra la pared.
La silueta recorta el deseo y lo redibuja, la amplificación de lo pequeño.
Los bordes hacen gigantes las formas definidas.
La luz me pegaba desde el llano y calentaba el cuerpo, soplaba fuerte y al bosque le sucedía la agitación, junto a mi, agitada, el llano en llamas y estaba apenas un poco desnuda.
Dije, decía, desnuda del todo, digo y termino de dejar caer la última cinta que liga.
En la silueta, en la concavidad, estoy mezclándome con el bosque diminuto, una marimonia naranja, una cineraria azul.

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Córdoba, Argentina
Del blanco, al blanco tenue, al blanco tiza y al alba. Después los colores

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