Sabiendo de antemano la propiedad norteña de las tortugas, para no perderme clave una de cartulina en la maceta del comedor. De natural solo tiene mi dibujo, el resto puro artificio, las tortugas nunca fueron de papel salvo que uno las desee así y el deseo es puramente cardinal, inventar una dirección.
Culpa de vaya a saber qué arcano, la tortuga va sumiéndose en un pequeño bosque de unos crecimientos vegetales que no son originalmente hijos del potus primitivo.
Anoche se me ancló la sospecha de que a veces el mundo hace lo mágicamente posible para que los sentidos de cartón pintado sean verosímiles y allá en último verdaderos; ahora mi tortuga tiene su propio jardín y yo duermo a su occidente, donde se guarda el sol como es debido.
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