Armchairs
Todavía me acuerdo que empecé a escribir de noche, agarraba los cuadernos a la hora exacta en que el mundo se frenaba y ya no oía más nada. Noche tras noche, buscaba las palabras que fueran más que su propio nombrarse, buscaba y las ataba por la cola, por la boca, las encontraba azarosas, caprichosas, en la noches de mucho trasnoche, todo era un cádaver exquisito, y exquisita esa muerte sutil a tijeretazo limpio, matar el orden, el sentido, un tiro en la sien y en la página quinientos treintaycinco inclusive de un libro cualquiera, de esos en los que ya no creía.
Esperaba el dormir del mundo para no oír, porque la nada era la ausencia más absoluta de tus cuentos, y escribía y mataba, después de las muertes me llegaba el turno de hacer abrazar a las irreconciliables, las contradictorias y volvía a creer en ese sentido recién aparecido, acaecido.
Sin perder nunca hubiera creído en encontrar.
Siempre quise saber que habías perdido para encontrar tantas historias, o sería que te adelantaste en el tiempo por las dudas.
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- Teodoradorna
- Córdoba, Argentina
- Del blanco, al blanco tenue, al blanco tiza y al alba. Después los colores
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