Era una habitación trashumante, un espacio móvil con rueditas o pies descalzos, un espacio tan blando que oscila en las formas.
Uno olvida los días impares de ver cómo crece el entorno o como cambia la lluvia el perfume de los jazmines o algún que otro crecimiento vegetal y aromático.
Uno olvida los días impares cómo es transcurrir en la idea de esa habitación y cómo se acaricia en su certeza concreta. Uno olvida el pasaje de hacer posibles los mundos.
En el umbral que nos esperaba hoy, supimos que ser perdurables es también dejar atrás lo que ya se nos vuelve extraño y nos hace extranjeros en las habitaciones inmóviles y flotantes, ser perdurables es también no volvernos desconocidos a los propios ojos.
Te veía, nos veía y la habitación son los pies aún con su trayectoria ciega, aún con los olvidos de los días impares, en la lluvia y en los días claros. Somos en ese espacio donde convive el plan, el boceto ajado, la obra concluida y los verbos de la mano del gerundio, somos la concreción y también la necesidad de utopías.
domingo, 26 de diciembre de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Datos personales

- Teodoradorna
- Córdoba, Argentina
- Del blanco, al blanco tenue, al blanco tiza y al alba. Después los colores
No hay comentarios:
Publicar un comentario