martes, 6 de agosto de 2013

Párpados

Una ceguera definida, constante, precisa. Cegar las luces, vaciar las ventanas y acerrojar las puertas.
Jugar a las distracciones para pensar que el tiempo es una bola de estambre sin viento que la mueva, sin viaje, sin trayectoria.
Anudar la lengua hasta que el silencio la estrangula. Matar palabras y motivos con disparos consecutivos en high definition.
Languidecer, diluir hasta desaparecer. Cerrar los ojos con tesitura y abstraerse en la fantasía inalcanzable, sumergirse de cabeza en una cinta infinita de imágenes que pasan antes de poder mirarlas, viéndolas y olvidándolas en el mismo segundo y a una pulsación de quince canales por minuto en un impecable ruido Dolby digital.
Abrir los ojos, y andar las horas como si fueran años, detener el paso para ver como cambia el cielo mientras la tierra sigue su órbita infinita, frenar el tiempo necesario hasta aprender los caprichos del dibujo de la madera o la ubicación exacta de las manchas de la pared. Callar para parir palabras espesas, con alas o muy terrenas, silenciar para escuchar.
Dedicar el tiempo como si fuera un regalo.

En los párpados se agazapa el mundo y espera.

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Córdoba, Argentina
Del blanco, al blanco tenue, al blanco tiza y al alba. Después los colores

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